El Papa que se va el último día de febrero y que con su renuncia ha zambullido en una abierta crisis a la Iglesia lanzó ayer un duro ataque contra la Curia Romana, el gobierno central de la inmensa estructura de 1.300 millones de católicos. En el sermón de su última liturgia pública, la del Miércoles de Ceniza que inicia la Cuaresma, dijo que era el tiempo “de reflexionar” sobre cómo “el rostro de la Iglesia es a veces desfigurado por ataques contra la unidad y divisiones del cuerpo eclesial”.